Todos los años a final del otoño sembramos la finca de gramíneas y leguminosas, este año de habas, guisantes y triticale, que captan nitrógeno atmosférico y lo fijan al suelo, aportan materia orgánica en la capa más superficial y actúa como micro hábitat de enemigos naturales ante las plagas y enfermedades y como medio de control de las malas hierbas.
En Sancha Pérez poseemos una fructífera cubierta vegetal, que actúa como micro hábitat de la fauna beneficiosa, por su función polinizadora, depredadora o parasitoide. La cubierta vegetal retiene y favorece la infiltración del agua de lluvia, reduce la temperatura ambiente y promueve la biodiversidad. También evita la erosión hídrica y la consiguiente pérdida de tierra superficial con sus correspondientes sustancias nutritivas. El medio ambiente también se ve favorecido por la flora autóctona y ésta funciona como sumidero de CO2 contribuyendo a la mitigación del cambio climático.
Por tanto se trata de anular el uso de fertilizantes químicos hasta conseguir la capacidad de satisfacer las necesidades de fertilidad y manejo de plagas de forma natural; un suelo degradado con baja actividad biológica, un suelo inerte en la agricultura convencional, no es capaz de transformar la materia orgánica y el estiércol en nutrientes disponibles para el cultivo.
El problema de la agricultura convencional, con veneno, es que es un sistema orientado a la producción sin más, y no a la consecución de productos saludables.
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